Cinco herramientas para combatir la ansiedad

La ansiedad resulta molesta e incapacitante para muchas personas, afectando su salud física y su capacidad de pensar de forma crítica, planificar, organizar y/o controlar impulsos.

Cuando sentimos ansiedad se desconecta el lóbulo frontal del cerebro, encargado de nuestro control cognitivo. Es decir, disminuye la capacidad para regular y dirigir nuestros pensamientos, emociones y comportamientos, superando impulsos automáticos y distracciones. La parte más primitiva del cerebro toma el control. 

El primer paso para recuperar la estabilidad es identificar lo que sentimos. La ansiedad no solo se manifiesta en forma de pensamientos negativos y preocupación excesiva y constante. También son indicadores de ansiedad la fatiga, la dificultad para concentrarnos, la irritabilidad, la tensión muscular, problemas para dormir, la sensación de estar «al límite», palpitaciones, la sensación de falta de aire o dificultad para respirar.

Una vez que identificamos lo que sentimos pasamos a buscar soluciones concretas. La serie Inteligencia Emocional del Harvard Business Review proporciona varias herramientas útiles:

  • Adoptar una postura diferente como la de un amigo amable, comprensivo y sabio.
  • Buscar pruebas sólidas y objetivas contra tu preocupación.
  • Diferenciar tu zona de control de la zona que no controlas. Saber que estás haciendo todo lo posible y soltando lo que no depende de tí te tranquilizará.
  • Las rutinas ayudan a reducir la sensación de ansiedad. Hacer una misma cosa en intervalos regulares manda una señal a nuestro cerebro de que estamos a salvo.
  • En lugar de obsesionarnos con lo peor pregúntate: ¿qué es lo mejor que podría pasar?

Estas son sólo algunas de las múltiples técnicas que tenemos a disposición. Por último, recuerda que preocuparnos no nos acerca a la solución. A menudo, proporciona la sensación de estar “haciendo algo”, de que no estamos pasivos ante el aparente desastre. Esto es una sensación de falsa protección. Cuando nos preocupamos disminuye nuestra capacidad de pensar de forma creativa y resolver problemas. La investigación sugiere que la preocupación tiende a ser perjudicial para encontrar una resolución, nos agota y nos hace sentir más ansiedad. 

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